Estamos dilucidando esta guerra
Tú en mi contra
Yo a tu favor

El súper-visor
Sabe
Abre sus ojos
Y estás desnuda
Puede ver lo que subyace
Debajo de tu lengua
Lee el demeanor de las sombras
La carta que piensas
Atraviesa el reloj y la pared que lo sostiene
Él ve los memos venir
La gente irse
En su clarividencia
Cierra sus ojos
Te deja de pensar
Y vuelves
A estar
Vestida

Y descubrirnos esa vieja tecnología en los sexos. /
A rudos tropiezos adentramos pies y manos / a ese acre olor de eras / a esa oscura cabina de poca luz. / Y tensamos con fuerza instrumentos. / Quebramos engranajes. / Movimos con desespero ejes oxidados / y nos afanamos en la torpeza; / nos descubrimos en la torpeza / tanteando a oscuras manuales: / el braille en los poros que no entendimos. /Así de inexpertos / nos decidimos a correr la máquina / que nos arrastró por vicios / y entrecuerpos.

beber del fruto
-no de la manzana-
del glúteo
que no sacia
probar la gota de sudor
en la mujer amarilla
bajando espesa como la soya
la leche avinagrada y tibia
del sudor de la mujer blanca
haciendo surcos
entre estrías
desvariar en el vahído del sudor
de la mujer negra
probar el éter del comino
subiendo puñales por la carne
pero de la mujer roja
no la gota de azafrán
sino el vapor
de un pubis que te consume
lentamente entre llamas

Amémonos de tren en tren
como dos dioses que huyen
y saben
que en la última parada
les esperan
los ateos

A Isabel
Las bailarinas
destrozan sus pies diez años
para entrar en el Bolshoi.
Sus costillas atraviesan su carne;
ellas, el escenario.
Sus dedos deformes
chocan contra el suelo
en esas largas horas
en que practican su hambre.
Las bailarinas
lacónicas y perfectas, guardan el equilibrio.
Anulan su espíritu bajo el rostro frío
del mármol de Moscú.
Con gracia extienden sus manos.
Y -como ángeles o cisnes-
levitan en el contrapeso de su sombra.
Las bailarinas yerguen
sus pechos secos
para alcanzar la promesa
de los escenarios de Tokio y Londres
antes de cumplir los treinta años.
Ellas olvidan, engañan su aliento
y sus cuerpos parecen entender.
Las bailarinas
mueren o nacen girando
sobre la punta de sus dedos.

Él pensó
En la N
-la enésima consecuencia de tocarla
¿Cómo detenerse?
Si acariciaba su hombro
Si le apretaba la mano
Si la miraba a los ojos
Si comprimía su pelvis contra el suyo y ella le correspondía
Si discutía con Ella algo que no podía ser
Si la mejor amiga de Ella le esquivaba la vista
Si escuchaba a alguien en el pasillo hablando de los dos
Si lo empujaba la investigación -administrativa
A la calle
Enseguida se compuso
Y no la pensó
Nunca jamás

Los que van a ser amantes
se citan a cenar
La gente sale come y se conoce
como un rito previo al sexo
En que todo queda dicho
“Come como la gente” me decía mi madre de pequeño
Ella sabía que no era algo trivial
que del entrenamiento
dependía el apareamiento
“¿Cómo come la gente?” Me preguntaba
Golpeado en años me di cuenta
de que unos
son por demás paranoicos
otros voraces y sádicos
Los que todavía me llaman la atención
saborean cada bocado
como si fuera el último
Yo quería ser miembro de esa élite abyecta
Porque como usted sabe
se conoce la gente por cómo come
Y por cómo como
me quería yo
dar a conocer

Vivo en el lado más triste de la ciudad.
Aquí las niñas salen con sus nalgas de fruta
y sus traumas psicovaginales
a gastar el cheque de seguro social
que trabajaron con el sudor de su sexo.
Las viejas ventean su entrepierna
para ver si el olor a leche cortada
puede calmar al caimán oscuro que no duerme
ni con agua de azar, ni con manzanilla
ni con el ron de las cuatro
–antes de que llegue el marido-
ni con el eyaculador precoz del vecino
que tiene quince años.
La manteca se empieza a calentar a las cinco
o -a las seis-
los nudillos del amante esposo.
Hace tiempo no se oye
que estén jodiendo a los maricones
de la calle veinte.
Y a las doce de la noche, cuando hacen fila
y nadie duerme
deben estar los hombres del barrio
ofreciendo el clavel como sacrificio.
El caldo de orines y cerveza que arrojaron
en la acera sube
junto al hedor a aceite y a axilas desempleadas
que esperan un milagro
y los cupones para la quincena que viene.
Abajo
el del punto diezma al senador y al policía
y da como sacrificio a dos corderos
que, creyéndose lobos, le quisieron tumbar
dos o tres mil pesos.
El cura nos viene a visitar en cuaresma
a reclutar al nene como monaguillo y amante.
Yo no hago nada.
Vivo en el lado más triste de la ciudad.
Porque aquí
ocasionalmente
los fetos tapan los drenajes
y el agua sucia devuelve a los niños
al umbral de la puerta
que debió ser su casa.

Passionata
El sonido estremecedor
de una bragueta
precipitándose.
Esa
será nuestra canción.

Luego del arduo día
El jefe se levanta frente a la pared blanca y medita
Un calamar oscuro se abre paso
Se pregunta
Qué será después del buen trabajo
Una vez la jornada se detenga
Y los tentáculos de la vanidad ya no sean
Y te conviertas en una pausa en penumbra
Y los tentáculos
Hechos de corrosión y cenizas
Al igual que el tiempo
Destruyan todos los fatuos esfuerzos
Para dejar en gloria
El recuerdo de tu nombre

ellos median el tiempo con los ciclos de la tierra
nosotros no
para nosotros el tiempo era una cuenta retrospectiva
del peso que habíamos ganado
por ejemplo hace 10 libras atrás caminábamos en el parque
y tus manos comenzaron a sostenerme con fuerza
y la intimidad del parque nos invitó a desnudarnos
30 libras atrás era la peor tormenta de invierno
e hicimos el amor en el coche a 27 grados bajo cero
nuestros cuerpos se hermanaban en la hipotermia
50 libras atrás rentamos nuestro primer apartamento
en la esquina más abyecta de la ciudad
y veíamos por la ventana hacia el parque y tomábamos nota
de cómo los pobres se amaban entre las sombras con vehemencia
70 libras atrás éramos jóvenes
amanecía frente a tu casa para hacerte el amor
y prepararte el desayuno
90 libras atrás nos conocimos
éramos tan delgados
y tan poco diestros para el amor
